Cuando tienes algún accidente y te fracturas un brazo o cualquier parte de tu cuerpo, por lo general las personas no te dicen cosas como: “Pon de tu parte”. “Mueve el brazo y sonríe”. “Con actitud positiva vas a ver que el hueso sana por sí solo”. No, todo lo contrario. La gente se preocupa y te pregunta: “¿Ya fuiste al médico?”. “¿Te vio un especialista?”. “¿Qué cuidados estás teniendo?”. “¿Te recetaron algo para el dolor?”. “¿Qué terapias de movimiento estás haciendo?”.
Entonces, ¿por qué con la salud mental no sucede igual? En algunos casos, es común escuchar: “Párate de la cama”. “Deja la pereza y sal a caminar”. “Mira qué lindo está el día, sonríele a la vida y pon buena cara”. “No exageres, en un rato se te pasará”. Comentarios que surgen desde el desconocimiento.
¿Cómo te va sintiendo tus emociones?
Vivimos en una sociedad en la que la salud mental y emocional no estuvieron en el radar por muchísimos años, por lo que aún hoy en día solemos hacer interpretaciones equivocadas de nuestras emociones, ya sea por falta de información o por falta de herramientas. Por mucho tiempo nos dijeron que no estaba bien sentir ni expresar nuestras emociones. Nos enseñaron que ser demasiado emocional causa molestia e incomodidad. Que debíamos sentir vergüenza de nuestras emociones. A menos que estemos felices todo el tiempo, seamos graciosos, propongamos buenas ideas y soluciones. Por lo que terminamos creando nuevas personalidades de nosotros mismos para encajar, reprimiendo nuestras emociones y exteriorizando solo lo que la sociedad nos permite.
Al negar, ignorar o minimizar nuestras emociones y no darnos el permiso de sentir, nos estamos privando de conocernos a profundidad y comprendernos. En algunos casos nos puede traer problemas físicos, ocasionar daños en nuestros vínculos con los demás y empeorar nuestra salud mental, llevándonos a experimentar trastornos como la ansiedad o la depresión.
Por ejemplo, cuando hablamos de depresión, nos imaginamos a una persona que se ve muy triste y se aísla. No pensamos en una persona que sonríe todo el tiempo, que dice estar muy bien, que sale seguido, hace muchas cosas y parece ser exitosa profesionalmente. Pero esto puede ser solo una máscara o parte de esa personalidad inventada para aparentar y fingir que está bien. Muchas personas viven su proceso a puerta cerrada, les cuesta ser vulnerables y abrirse a los demás. El prejuicio de la sociedad tiene que ver mucho con ello.
¿Qué es la depresión?
El trastorno de la depresión es un tema mucho más complejo y profundo, que tiene varias capas, por lo que necesita ser diagnosticado y tratado por un especialista. Sin embargo, te contaremos qué es, cómo se suele ver y cuáles son sus mecanismos de defensa.
La depresión es un trastorno a los estados del ánimo y tiene diferentes niveles (momento depresivo, estado depresivo y depresión), de ahí la importancia de acudir a un especialista. La depresión puede verse como una sensación de tristeza profunda, de desesperanza y abatimiento. Falta de motivación, de ganas y deseo. La incapacidad de sentir placer en las actividades que normalmente disfrutas. Además, puede venir con otros síntomas como cansancio físico y mental, fatiga, falta o nulo deseo sexual, alteraciones del sueño, de la alimentación, dificultad para tomar decisiones, falta de concentración, disminución de la autoestima y hasta la pérdida del deseo de vivir.
Como en la mayoría de los casos nunca nos enseñaron a experimentar y sentir nuestras emociones de una manera saludable, terminamos lidiando de forma incorrecta con la depresión. Evadimos y no escuchamos la parte de nosotros que se encuentra depresiva, ignoramos cuál es la raíz o la causa, mientras desarrollamos mecanismos de defensa tales como usar nuestra depresión como excusa para victimizarnos o la rehuimos haciendo varias cosas a la vez y en exceso.
Para empezar a salir de la depresión, volver a desear y experimentar el placer de vivir, tenemos que identificar y conectar con la causa de nuestro dolor, para sanar eso que nos deprime. Debemos hacerle un lugar a eso que nos duele, abrazarlo y dejar que la emoción circule, transite y se vaya. Así, poco a poco iremos reconectando con las actividades y proyectos que nos brindan disfrute, que nos devuelven el deseo de vivir.
Es muy común que acudamos a mecanismos de defensa para protegernos y evitar hacerle frente a situaciones para las que aún no estamos listos (como los que mencionamos al hablar de depresión). Uno de ellos, de los más frecuentes, es el de querer hacer y hacer varias cosas a la vez para mantenernos ocupados, para tapar ciertos vacíos y evitar afrontar emociones o pensamientos negativos. Sobre todo, al encontrarnos en un mundo acelerado, con un afán de producir y dar resultados. En donde ser una persona ocupada es igual a ser exitosa.
¿Sabías que existe el síndrome de la vida ocupada?
Así es, un grupo de investigación ubicado en Reino Unido, llamado CPS Research, dio a conocer este concepto que se caracteriza por un estilo de vida frenético y exigente, en el que se tienen demasiadas ocupaciones laborales y personales, con rutinas imposibles de sostener en el tiempo.
Hoy en día son muchas las personas que llenan su agenda de actividades, programan cada hora de su día sin dejar un solo minuto o espacio libre. Debido a las facilidades para acceder y mantenernos conectados a la tecnología, invitándonos a ser productivos en cualquier momento y desde cualquier lugar, hace que cada vez sea más complicado desconectarnos y destinar espacios para el descanso y el ocio. Es más, el disponer de tiempo libre, para algunos, puede ser una causa de estrés o ansiedad.
Son varias las razones las que generan una vida ocupada, desde la parte social en donde el entorno nos dice que nuestro valor está directamente relacionado con nuestra productividad y que el no hacer nada y aburrirse es sinónimo de fracaso; nuestros rasgos de personalidad o pensamientos limitantes como el ser perfeccionistas o no sentirnos suficientes, pues cuando nos sentimos menos queremos hacer más; y lo que ya hemos venido mencionando, el tapar vacíos o angustias silenciando nuestros pensamientos y voz interna.
El querer mantener esta narrativa de “productividad” nos trae diferentes consecuencias en nuestras rutinas:
- Al querer apagar nuestra voz interna y pensamientos, dejamos de escucharnos, lo cual nos aleja y desconecta de nosotros mismos.
- Se eleva nuestro nivel de estrés, ocasionando un desequilibrio hormonal que impacta nuestras horas de sueño y por ende nuestra energía.
- Al estar hiperestimulados todo el tiempo, empezamos a tener problemas cognitivos como falta de memoria.
- Nuestro rendimiento y motivación se ven afectados, haciéndonos caer, en muchos casos, en el famoso Burnout (síndrome del agotamiento).
Y ahora, ¿qué hago?
Seguramente te has sentido identificado/a con algo o mucho de lo que te compartimos en este artículo, por lo que te preguntarás qué acciones o hábitos puedes empezar a realizar a partir de hoy:
- Autoconocimiento. Analiza e indaga dentro de ti. Hay algo que tu cerebro puede estar cubriendo cuando te saturas de tareas por hacer. Descubre la raíz, date un espacio para sentir esa herida, que transite y se vaya.
- Evalúa cuánto tiempo de tu agenda lo utilizas para el trabajo y ocupaciones profesionales; y cuánto para ti, tu descanso y tu familia o amigos. No confundas el estar ocupado con ser productivo.
- Pierde el miedo a parar y al aburrimiento. Destina espacios y rutinas para descansar. Entendiendo que tu tipo de descanso dependerá de tu tipo de cansancio (físico, mental, emocional, espiritual, creativo, social y sensorial).
- Aprende a poner límites. Descubre hasta dónde puedes llegar y déjalo muy claro. No tienes que decir que sí a todo.
- Incluye una buena rutina de sueño y de alimentación. Son necesidades vitales que podemos estar descuidando por el afán de cumplir y hacer.
- Mueve tu cuerpo. Realiza alguna actividad física por lo menos 20 minutos al día, de esta manera le brindas energía a tu cuerpo. Recuerda que la energía es limitada, y si no es suficiente no vas a poder alimentar tus sueños o proyectos.
- Implementa nuevas creencias y procura tenerlas presente siempre: “Por el hecho de existir ya soy suficiente”. “Mi energía es mi recurso más valioso, ¿en qué elijo invertirla hoy?”. “Hago lo mejor que puedo con lo que tengo. Eso ya es suficiente”. “El descanso es parte fundamental de mi autocuidado”.
Por último, para un momento y pregúntate: ¿Cómo estoy? ¿Cómo me siento? ¿Cómo se siente mi cuerpo y mi mente? ¿Qué tan sostenible es lo que estoy haciendo para la salud de mi cuerpo y mi mente? ¿Me permito descansar? ¿El descanso que estoy teniendo es suficiente? ¿Tengo una red de apoyo?
De la misma manera, preocúpate genuinamente por las personas que hacen parte de tu vida: tu familia, amigos y compañeros de trabajo. Procura ser más comprensivo, empático y tolerante. En muchas ocasiones, tu aporte de escucha y atención puede ser de gran ayuda para los demás. Con la información correcta y las herramientas adecuadas, podrás actuar de la manera conveniente y pedir la ayuda que sea necesaria.
Si tú o alguien que conoces está experimentando síntomas de depresión o algún otro trastorno de salud mental, busca la ayuda oportuna y acude a un especialista.
Escrito por: Liliana Zabala
Cofundadora de Kometa Creativo
IG: @kometacreativa
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